"...DÓNDE ENTRO SI ESTOY SOLA ..." * Lo DeMáS sOn PaLaBrAs tAn SoLo PaLaBrAs *

miércoles, 7 de enero de 2009

PERO NO

Ella se metió en la cama junto a él, se tumbó. Sabía que lo tenía al lado, pero no esperaba nada, en realidad, no debía esperarlo por muchas razones. El simple hecho de estar allí ya la llenaba de remordimientos… Era algo que sentía que no tenía el derecho de hacer, pero el deseo era más fuerte que su conciencia. Se consolaba pensando que él jamás haría nada. Que tenía todo muy claro, no se propasaría en algo que no estaba dentro del guión. Ella podía relajarse y dejarse llevar por sus fantasías al tenerlo cerca, porque él se encargaría de mantener los límites donde debían estar. La verdad es que era un alivio, porque ella misma no sabía hasta qué punto se podría controlar. Mentira… si, lo sabía, lo sabía muy bien, y era precisamente por eso por lo que estaba tan preocupada cada vez que el destino, las casualidades, las circunstancias o… un poco la cabezonería e insistencia camuflada por parte de ambos, los llevaba a estar como estaban ahora: juntos, a oscuras, sin nada más que decirse o que hacer que intentar dormir, intentando no rozarse, actuando con normalidad y respirando flojito y suave para no molestar.

Pero ese día las cosas iban a tomar un rumbo distinto. ¿Por qué? ¿Qué hizo que en ese preciso momento, el mayor de los miedos y a la vez el mayor de los deseos de ella, se viera en parte realizado? Como si de una profecía se tratara, esa imagen que tantas ves la había torturado en su cabeza, se estaba convirtiendo en realidad delante de sus narices. Él, de pronto y sin avisar, giró la cara, con una sonrisa entre burlona, feliz y suplicante, estaban demasiado juntos… ella era incapaz de separarse, pero tampoco se veía en condiciones de salvar de una vez la distancia milimétrica que separaba sus bocas. Su cabeza iba a mil por hora, no podía dejar de pensar que él quería que lo besara y ella se moría de ganas de hacerlo, pero… eran tantos los inconvenientes de dar ese pequeño paso. A lo mejor está jugando contigo, se decía, porque sabe lo que piensas y quiere provocarte… Era una opción sin duda… Pero él, quería jugar en serio, y no aparto la cara hasta que ella, movida por su deseo, se acercó despacio y empezó a darle un beso suave en los labios. Quería disfrutar de ese momento, pues el placer que sintiera, era lo único bueno que se iba a llevar para siempre de aquel desafortunado acontecimiento.

Pero la suavidad y el temor con que ella le había dado aquel primer beso, no entraba en los planes de él, y no tardó en convertir al desenfreno exagerado aquel momento. Parecía como si jamás hubiera besado a nadie, y en realidad podría ser cierto, puesto que jamás la había besado a ella. Y entre lenguas enlazadas de la forma menos ortodoxa posible, la sonrisa permanente de él, que ella no sabía si interpretar como nervios, felicidad o burla y el intercambio de saliva, aún con las manos quietas y el cuerpo rígido, como si no supiera que hacer en esa situación extraña, extrema y sorprendente, de pronto él se paró.
Ella temía ese parón desde mucho antes de empezar a besarle. No le había gustado la sensación, pero era algo con lo que había fantaseado tanto que se negaba a tirar su sueño por la borda, se negaba al hecho de no haberle parecido placentero. Y temía aún mucho más, que él hubiera sentido algo parecido, o peor… que ni siquiera hubiera sentido nada, ni decepción. No sabía por qué paraba, después de provocarla de esa manera, de jugar con ella, de saltarse todas las normas y de volcar en unos segundos tantas ansias. Se quedó tan sorprendida y asustada como cuando él giró su cara, sólo unos minutos antes.


Creía que no iba a poder aguantar ni más cambios ni más sorpresas, pero aún así preguntó: ¿Qué te pasa?

Y él respondió: Pues que no, que no puedo… no….

Ella se lo temía pero insistió: ¡Tú me has provocado!, como si de esta forma, culpándole, pudiera cambiar las cosas y que él pudiera responderle que era cierto y que todo saldría bien.

Pero no, él simplemente le dijo: Era para probar, tenía que probar, pero lo siento, no.

Si ella no lloró en ese momento, es porque también se había dado cuenta de que no funcionaría. Y eso le dolía aún más que el haberlo oído de boca de él. No podía culpar a nadie, los dos eran víctimas de la misma broma, pero de todas formas, en su interior sabía que ella iba a sufrir más.

Con el último aliento de pasión que le quedaba a él en el cuerpo, se incorporó de pronto y se sentó encima de ella para poder hablarle a la cara y sin rodeos. Ella creyó ver lágrimas en sus ojos, pero estaba muy oscuro y quizás eran más las ganas de ver algún sentimiento en él y nada más. Ella tenía la camiseta subida y él la beso en la barriga. Ya no había nada de erótico en aquel gesto, pero era de una confianza extrema que a ella le gustó. Aceptó de buen grado aquella limosna. Él la cogió de las manos y le dijo: Eres la Luna para mí, mí Luna. Tú me has enseñado a vivir y jamás te olvidaré.

Quizás no son las palabras que ella quería escuchar, pero si le hubieran dado lápiz y papel tampoco hubiera sabido que escribir, que palabras exactas la hubieran llenado y le hubieran quitado la pena… y por eso, y porque eran bonitas, y sobre todo porque se las dijo él, le gustaron.