Había llegado un punto en el que creía haber olvidado cómo se ríe. Como se ríe de verdad. Esos momentos en que no puedes parar... te duele el estómago... se te saltan las lágrimas... y olvidas porque has empezado a reír y lo que más gracia te hace es la situación: miras a tu alrededor y todos están riendo como tu y eso te hace más gracia todavía.

Anoche descubrí que a reír uno no se olvida, simplemente pierde práctica. Por suerte es verdaderamente fácil volver a dominar el arte de la risa: basta con rodearse de gente que sea capaz de contagiarte. El arte de como encontrar a esa gente es mucho más complicado: unos le llaman casualidad y otros destino.

Además de recordar como se ríe, anoche también vi una película que me gustó bastante: Elizabethtown. Pienso que las películas, dependiendo del estado de ánimo, el momento y la persona que te acompañe a verla, las puedes interpretar de una forma u otra. Yo entendí que muchas veces, cuando tenemos la sensación de haber fracasado estrepitosamente y deseamos desaparecer por completo y no enfrentarnos al mundo, la vida puede dar un giro de 180 grados. El destino se las arregla para que te cruces con ese alguien que a su manera te ayuda a volver a disfrutar de las cosas... en la película: volver a disfrutar de la VIDA. En mi caso, quizás, volver a disfrutar de la RISA.

Cuando te apetezca... compartimos un amanecer...