En esto, como en todo, quedar primero es lo más importante. Es tan importante que realmente sólo gana el primero... No hay espacio para los segundos o los terceros: jugamos a todo o nada. Lo más triste es, que casi siempre, para que unos ganen otros deben perder. Y las risas de unos son a cambio de los llantos de otros. Que no hay victoria sin derrota. Que no hay alegría sin pena. Que el que un día es primero, la próxima vez puede ser último. Porque no hay victorias absolutas... simplemente vamos ganando batallas.

En esto, como en todo, el bronce se gana pero la plata se pierde. Y el único metal que brilla de verdad es el oro. Porque siempre queremos más, aspiramos a más... porque nunca nos conformamos con lo que tenemos. Porque despreciamos los pequeños logros conseguidos y solamente valoramos las grandes hazañas. Porque las grandes hazañas suelen ser casuales. Porque no es mejor el primero que el cuarto, todo es cuestión de las circumstancias.

En esto, como en todo, lo importante es participiar. Pero lo que importa es ganar. Porque pensar que haber llegado ya es un logro, es de perdedores. Porque se dice que el mundo se divide entre vencedores y vencidos. Desde luego el mundo debería dividirse entre participantes y expectadores. Entre los que luchan por algo y los que se dedican a criticar esa lucha... pero sin mover un dedo. Porque adoramos a los que ganan pero no consolamos a los que pierden. Porque al que gana ya no le quedan motivaciones y el que pierde tiene la motivación de volverlo a intentar. Porque la vida es motivación.

Gracias a que nunca he sido primera en nada, siempre he tenido el valor de seguir esforzándome.

Ninguna derrota me ha frenado nunca, aquí estoy.

Vencida, pero luchadora.