"Estabamos en el segundo piso de una discoteca. Apoyados uno junto al otro en la barandilla, mirando el tumulto de gente que bailaba y bebía en la pista. "Apuesto a que de entre tanta gente podrías besar a la persona que tu escogieras..." me dijo. Me sorprendió el comentario y le dije que eso no era cierto, que estaba convencida que a la única persona que yo escogiera me diria que no. Y eso pareció sorprenderle más aún. "¿Qué quieres apostar?" contestó. "Un beso tuyo... si pierdo me lo deberás dar... ¿Ok?". Le costó un poco aceptar esta regla pero finalmente asintió. Eché un vistazó entre los chicos y como no me convenció ningún otro le dije a mi acompañante y apostador: "Te elijo a tí... ¿qué me dices?". Su expresión fue indescriptible... Yo sabía que él no jugaba con esas intenciones. "Si digo que si, pierdes... si digo que no, ganas tu... ¡pero nos besaremo igualmente!". Ese fue su agudo comentario, y en efecto me dijo que "No", perdí y me tuvo que besar... Así que finalmente conseguí un beso de la persona que había escogido y eso me hacía perder la apuesta, pero claro ¿cómo se devuelve un beso que ya has dado?"